Déjame Entrar: Tras casi un año sin escribir en el blog, hoy, después de ver los extras de la edición especial de "Déjame Entrar" y rescatar algo de tiempo para redactar algo interesante, me he decidido a volver a la carga. Eso si, vuelvo al 50%, pues entre Rankia, Twitter, idas y venidas Valencia-Barcelona y demás, me veo en la imposibilidad de escribir más allá de 4-5 posts mensuales. Dicho esto, empecemos.
Presentada en el Festival de Sitges del año pasado y en multitud de otros festivales a lo largo del globo y cosechando premios allá por donde pasaba, os presento la cinta de Tomas Alfredson, "Déjame Entrar". Puede resultar un poco atrevida esta afirmación, pero me atrevería a decir, que "Déjame Entrar" es la mejor cinta que he visto a lo largo del 2008 y 2009. Podemos (mal)encajarla como una película de género, pero "Déjame Entrar" es mucho más que una obra vampírica, de terror o fantástica. "Déjame Entrar" es puro cine de autor salpicado de una atmósfera helada que narra la historia de amor entre dos niños: él uno humano y la otra vampiresa; una pequeña draculina que se encuentra perdida en un mundo de adultos.
"Déjame Entrar" bebe -y mucho- del cine y la planificación clásica tal y como la entendemos. En sus primeros minutos ya nos damos cuenta de que no asistimos al cine palomitero propio de Hollywood. Su poderío visual destaca por encima de una cuidada fotografía gélida que muestra las penurias en los años 80 de un periférico barrio de Suecia. Y digo penurias, porque "Déjame Entrar" no habla solamente de vampiros. Habla de la sociedad y su patetismo natural, de la rutina y monoteidad de sus gentes, de una deprimente Suecia de tonos grises, del acoso escolar o bullying que tan presente está actualmente, del aislamiento paterno y del descubrimiento del primer amor. Sobretodo habla de esto último.
El gran poder que tiene "Déjame Entrar" está en su acertado casting. Cuenta el director, Tomas Alfredson, en los extras del DVD, que pasaron 12 meses hasta que dieron en el clavo y consiguieron encontrar a los actores que interpretarían finalmente a Oskar y Eli. Para mi, es con diferencia la labor más importante en esta obra, pues es sobre sus pequeñas espaldas donde recae todo el peso de la película. Sobran los detalles en el resultado final. Un imborrable Kåre Hedebrant como Oskar, ese niño de 12 años atormentado por los matones del colegio y una fantástica Lina Leandersson como Eli, la niña vampiresa que solo busca encajar con su extraña condición en el complicado mundo de los adultos y encontrar el amor que le falta. Ese amor lo encuentra en Oskar, y éste encuentra en Eli ese valor que le falta. Eli libera a Oskar y le da una nueva perspectiva.
Por supuesto, también sobran los detalles entre la química surgida entre ambos niños. Miradas, gestos y unos acertados diálogos, convierten a "Déjame Entrar" en una delicia para cualquier cinéfilo.
Visualmente, "Déjame Entrar" es muy poderosa. Es una película de silencios y gestos. Podríamos hablar (salvando las distancias) de casi una película muda, pues por encima de un sobrio argumento destacan una imágenes grandiosas, planos clásicos, una cuidada fotografía helada y sobretodo una planificación lenta, a la antigua usanza y muy milimétrica. En ocasiones, las imágenes aportan mucho más a la historia que cuando hablan los personajes. De hecho, podría entenderse casi sin problemas el hilo argumental y carga emocional de la cinta obviando los diálogos. El simple roce de una mano sujetando un cubo de Rubik, o el abrazo desnudo mientras duermes en la cama transmite más que cualquier ñoñería artificial con la que nos bombardean las comedias románticas americanas yankees.
Entre las mejores escenas de "Déjame Entrar" , a destacar sobretodo, como se conocen Eli y Oskar en el parque y el soberbio plano que acompaña esta escena. También es soberbio el ataque de los gatos y por supuesto el final en la piscina (una total declaración de amor), donde tarde o temprano se deberá enseñar como clase magistral en cualquier escuela de cine que se precie.
En definitiva, "Déjame Entrar" se convierte al instante en una sombría y a la vez elegante obra de culto cinematográfica que perdurará durante años en la retina del espectador. Un magnífico cuento de hadas bañado por las gélidas temperaturas nórdicas, atormentado y onírico que debería mantenerse inalterable con el paso del tiempo. Una hipnótica maravilla para los sentidos no apta para un público generalista alimentado por el cine comercial y hollywoodiense. Yo solo puedo recomendarla. Puntuación: 10 de 10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario