miércoles, 28 de mayo de 2008

El hijo del mal (Joshua)

El hijo del mal: y aquí tenemos una muestra más de porqué no se deben traducir las propuestas que nos llegan de los USA y respetar el título original de la cinta (Joshua). El director de El hijo del mal, George Ratliff, no debía tener muy claro que hacer con su obra creo yo. Pues más que nada se ha limitado a copiar grandes clásicos como La profecía de Richard Donner o la obra maestra La semilla del diablo de Roman Polanski. Ha querido hacer un batiburrillo de cintas con niños malos y le ha salido el tiro por la culata, pues el resultado final es un film insulso, con interpretaciones planas y carentes de tensión e inquietud narrativa.

La premisa de la que parte El hijo del mal no es mala -valga la redundancia- pero a medida que avanza, se va diluyendo y nadie es capaz de sacarla a flote. Narra la historia de Brad y Abby Cairn, aparentemente los padres perfectos, y que están celebrando el nacimiento de su segundo retoño, Lily. Su primer hijo, Joshua, no es un niño corriente. Tiene una inteligencia excepcional, buena educación y una precocidad que asusta. Y ahora, parece cada vez más infeliz con su nueva vida, en la que sus padres adoran a Lily mientras que él, callado, toca el piano en un rincón.

Tampoco puedo evitar sacar paralelismos con una cinta olvidada del más olvidado aún Macaulay Culkin, El buen hijo. De hecho, los parecidos con esta son más que notables en comparación con las obras clásicas mencionadas anteriormente. Pues tanto La profecía como La semilla del diablo nos remitían directamente a contexto demoníacos y satánicos, donde el diablo hacia de las suyas. En cambio, las referencias con El buen hijo son muy visibles, pues se nos presenta la maldad hecha niño, sin ningún atisbo de implicación satánica. Pura perversión engendrada gracias a los celos que siente, en este caso a su hermana.

Y es como ya he comentado, la cinta parte de una premisa más que aceptable, generando en el espectador esa sensación de curiosidad por ver como actuará el niño frente a la intromisión de su hermana en su vida. Pero a medida que avanza, observamos que esa curiosidad se convierte en tedio, y el ritmo de la cinta resulta plano y aburrido. En mi caso, no consiguió conectar conmigo en ningún momento, salvo en los minutos iniciales; el resto me dejó completamente indiferente. El hijo del mal no aporta nada nuevo al género, y muestra una vez la carencia de ideas creativas en el mundo de Hollywood, cayendo una y otra vez en la reiteración y plagio de los elementos clásicos del género.

En cuanto a las interpretaciones, únicamente se salva un predispuesto y correcto Sam Rockwell, ya que tanto la madre, Vera Farmiga, como el repelente niño Jacob Kogan están para mandarlos a la quema de actores. La madre tiene un pase, pues con su sobreactuadísima actuación intenta transmitir esa desesperación y locura que siente su personaje. Pero al niño no hay por donde cogerlo. Resulta carente de expresividad y de lo más repelente. Se pasa toda la película con la misma cara de pánfilo. No refleja ninguna emoción ni implicación con su personaje, acabando siendo plano y dándote ganas de cogerle y darle un buen par de leches. El crío quiere ser el nuevo Damien (sacrilegio, pues Damien siempre será Harvey Stephens), pero desgraciadamente se queda en un pequeño angelito, eso si, con ganas de tocar un poco los cojones a su padre.

En resumen, una mediocre propuesta que se queda simplemente en una buena premisa, siendo incapaz de avanzar en una historia más o menos interesante y que inquiete al público. Se hecha en falta un poco más de tensión en algunos momentos demasiado blandos. A medio camino entre La profecía y La semilla del diablo (pero sin las connotaciones diabólicas), El hijo del mal se convierte en la cinta perfecta para un domingo por la tarde. Indaga más en el drama familiar psicológico que en su lado más oscuro o terrorífico, siendo este su mayor pecado. No pretendan buscar mucho más en ella. Puntuación: 5,5 sobre 10.

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