lunes, 19 de mayo de 2008

Elegy

Elegy: indiferencia es el mejor adjetivo que he encontrado para resumir la última cinta de Isabel Coixet. Tras los dramones -y buenas obras- Made in Coixet como Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, decidí ir a ver Elegy, segunda película española que iba a ver al cine tras la fallida y algo decepcionante, Cobardes. Desde mi humilde punto de vista, Elegy no llega a las cotas alcanzadas con producciones como Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, resultando una obra por momentos vacía y carente de emociones. Isabel Coixet se ha preocupado más en rellenar su obra con multitud de citas filosóficas y llenas de trascendental sentido -para ella- pero vulgares en el fondo. Ha adornado su obra con un exceso de almíbar e imágenes bellas, pero irónicamente sosa en cuanto a trasfondo y conclusiones.

Que vaya por delante, que Isabel Coixet es una directora que me gusta, y que considero a Mi vida sin mi su mejor cinta hasta le fecha y una de las mejores de 2003. Pero con Elegy se ha derrumbado estrepitosamente. Visualmente perfecta y con una banda sonora impecable, Elegy en conjunto está vacía. No aporta ningún sentimiento ni emoción (pecado en la Coixet) y abusa de una formula llena de tópicos repetitivos y con cierto regustillo a poesía pseudointelectual y fondo filosófico que tanto gustará a los críticos gafapasta.

Su principal error radica en una puesta en escena artificiosa y totalmente buscada para generar una falta empatía con el espectador. Mientras que en sus dos obras anteriormente citadas, el dolor interior, sufrido en silencio y soledad, lograba generar un clímax de intimismo y emoción surgido en base a la naturalidad y sinceridad, en Elegy estos sentimientos son buscados directamente, abandonando toda sugerencia y buscando un ambiente dramático que tan bien funciona entre el público.

Isabel Coixet ha adaptado la obra de Philip Roth, El animal moribundo, en Elegy. Pero la ha adaptado de una fría y distante que no respira el mismo aire fresco ni la misma intensidad emocional que las anteriores. Ha construido su obra con unas piezas prefabricadas sustentadas en una obra totalmente artificial, y aderezadas con una repetitiva e insoportable voz en off de su protagonista, David Kepesh (Ben Kingsley).

Consigue un aprobado alto gracias en buena parte el completo reparto que tiene, con un magnifico y poderoso Ben Kingsley, una perturbadora Penélope Cruz y un completo -como siempre- y algo distante en la obra, Dennis Hopper. Pese a las buenas interpretaciones que tiene Elegy, ninguno de los personajes consigue llenar ese vacío de emociones tan propio del cine de Isabel Coixet. Pese a todo, la difícil búsqueda de química entre Kingsley y Cruz se hace llevadera gracias a las estupendas actuaciones de ambos, creíbles en todo momento.

Visualmente me ha encantado Elegy. Con una fotografía de lo más cuidada, busca siempre el interiorismo asfixiante de los apartamentos, simulando la angustiosa vida de ambos protagonistas. Con unos magistrales primerísimos planos, sencillos y a la vez elegantes, la cámara se mueve de forma majestuosa durante todo su metraje (atención al plano en el desnudo de Pe). Todo ese poderío visual se complementa a la perfección con una bellísima y elegante música, la cual redondea el aspecto técnico de la obra, y ensalza el apelativo de drama romántico a la cinta.

Elegy acaba siendo una obra quizá demasiado pretenciosa y vacua para el tema que trata, el ser humano y su incapaz de madurar y crecer. Como ya he comentado, abusa en exceso del recurso voz en off y sus reflexiones filosóficas son del todo artificiosas y demasiado burguesas. Destaca su portentoso apartado técnico y unas notables actuaciones. Puntuación: 6 sobre 10.

Leer crítica de Elegy en Muchocine.net

No hay comentarios: