La piel dura: que gran director es François Truffaut. Como sabe reflejar la psicología de sus personajes, como retrata de una forma natural y cotidiana la problemática infantil, como maneja a su antojo las relaciones niño-adulto y como dota de vida todas sus películas. La piel dura es una reflexión moral en forma de cinta, una pequeña joya olvidada del cine de Truffaut. Una película que habla de muchas cosas, pero en concreto centra toda su atención en mostrar como las actitudes de los adultos acaban afectando a los niños. Y es que el mundo de los niños ha sido una de las grandes fuentes de inspiración del realizador francés, siempre muy implicado con sus proyectos, pues casi siempre hay algo de autobiográfico en ellos (en este caso el personaje de Julián tiene algo del mismo Truffaut, como su pasión por el cine).
François Truffaut culmina con La piel dura, la trilogía sobre la infancia y la adolescencia iniciada allá por 1959 con su ópera prima y obra maestra absoluta del celuloide, Los 400 golpes y El pequeño salvaje en 1969. A diferencia de estas dos obras, en La piel dura el director francés se muestra más optimista que nunca reflejando en cada niño una reacción positiva y un esperanzador futuro; hace un entrañable y redondo retrato de la infancia. Como en Los 400 golpes, asistimos a una visión coral de niños, adultos y profesores, indagando en las relaciones interpersonales, actitudes, miedos e ilusiones. Truffaut describe los sentimientos humanos con un perfecto equilibrio entre drama y comedia, con las alegrías y desdichas de la infancia como telón de fondo.
En La piel dura, se narra de una forma coral las experiencias de un grupo de niños, de diferentes edades y situaciones familiares, todos ellos de la pequeña ciudad de Thiers, Francia. Patrick vive con su padre inválido, tan sólo quiere encontrar el amor y pronto recibirá su primer beso. Julien vive en un hogar desbaratado, su madre, alcohólica, lo maltrata, el director del colegio lo califica de "caso especial" y termina convertido en ladrón, mentiroso y delincuente. Alrededor de estos dos personajes gira la vida de otros tantos niños, de los que se irán conociendo sus historias. Inevitablemente, La piel dura nos remite directamente a lo expuesto en su obra maestra, Los 400 golpes. Y es que toda la esencia de Los 400 golpes permanece intacta en esta cinta. El adoctrinamiento escolar, la relación padres-niños, el surgimiento del amor o la idea de libertad quedan reflejadas de una manera cotidiana en La piel dura.
A modo de obra coral, Truffaut va desgranando poco a poco la personalidad psicológica de cada niño, su ingenio, su inocencia, su vulnerabilidad, su fuerza y su bondad. Todo ello queda reflejado de forma magistral en la cinta que nos ocupa, dotando a esta deliciosa historia, toda la ternura que emanan al fin y al cabo los niños. Entrañable es el relato que construye el realizador francés alrededor del grupo de niños protagonistas, donde destaca la pasmosa naturalidad con la que actúan frente a la cámara. Destacar la brillantez con la que Truffaut resuelve el fin de curso escolar a través del monólogo del profesor y como enfatiza en sus alumnos la difícil tarea de madurar y abandonar la infancia para convertirse en adulto. También cabe resaltar la última secuencia que cierra el film, con el beso entre los dos niños. Que tremenda inocencia rebosa dicha escena, acorde 100% con lo expuesto en los 90 minutos atrás. Magnifique...
Como idea o eje central que abarca La piel dura, me quedo sin ninguna duda con la frase que dictamina una de sus actrices adulta: Un adulto hubiera muerto por el impacto, pero un niño no; los niños son como una roca. Tropiezan por la vida sin quedar lastimados. Ellos se encuentran en estado de gracia y eso les permite tener la piel dura. Son mucho más resistentes que nosotros.
En esta frase reside toda la magia y potencia del film, pues el adulto, tras haber perdido esa espontaneidad e inocencia que caracteriza a los niños, al haber madurado física y psicológicamente, endurece su mente y corazón, pero hace blanda su piel. Por el contrario, el niño conserva la inocencia de sus primeros años de vida, manteniendo el corazón blando y la piel dura. Que grande eres Truffaut !!! Puntuación: 8 sobre 10.
François Truffaut culmina con La piel dura, la trilogía sobre la infancia y la adolescencia iniciada allá por 1959 con su ópera prima y obra maestra absoluta del celuloide, Los 400 golpes y El pequeño salvaje en 1969. A diferencia de estas dos obras, en La piel dura el director francés se muestra más optimista que nunca reflejando en cada niño una reacción positiva y un esperanzador futuro; hace un entrañable y redondo retrato de la infancia. Como en Los 400 golpes, asistimos a una visión coral de niños, adultos y profesores, indagando en las relaciones interpersonales, actitudes, miedos e ilusiones. Truffaut describe los sentimientos humanos con un perfecto equilibrio entre drama y comedia, con las alegrías y desdichas de la infancia como telón de fondo.
En La piel dura, se narra de una forma coral las experiencias de un grupo de niños, de diferentes edades y situaciones familiares, todos ellos de la pequeña ciudad de Thiers, Francia. Patrick vive con su padre inválido, tan sólo quiere encontrar el amor y pronto recibirá su primer beso. Julien vive en un hogar desbaratado, su madre, alcohólica, lo maltrata, el director del colegio lo califica de "caso especial" y termina convertido en ladrón, mentiroso y delincuente. Alrededor de estos dos personajes gira la vida de otros tantos niños, de los que se irán conociendo sus historias. Inevitablemente, La piel dura nos remite directamente a lo expuesto en su obra maestra, Los 400 golpes. Y es que toda la esencia de Los 400 golpes permanece intacta en esta cinta. El adoctrinamiento escolar, la relación padres-niños, el surgimiento del amor o la idea de libertad quedan reflejadas de una manera cotidiana en La piel dura.
A modo de obra coral, Truffaut va desgranando poco a poco la personalidad psicológica de cada niño, su ingenio, su inocencia, su vulnerabilidad, su fuerza y su bondad. Todo ello queda reflejado de forma magistral en la cinta que nos ocupa, dotando a esta deliciosa historia, toda la ternura que emanan al fin y al cabo los niños. Entrañable es el relato que construye el realizador francés alrededor del grupo de niños protagonistas, donde destaca la pasmosa naturalidad con la que actúan frente a la cámara. Destacar la brillantez con la que Truffaut resuelve el fin de curso escolar a través del monólogo del profesor y como enfatiza en sus alumnos la difícil tarea de madurar y abandonar la infancia para convertirse en adulto. También cabe resaltar la última secuencia que cierra el film, con el beso entre los dos niños. Que tremenda inocencia rebosa dicha escena, acorde 100% con lo expuesto en los 90 minutos atrás. Magnifique...
Como idea o eje central que abarca La piel dura, me quedo sin ninguna duda con la frase que dictamina una de sus actrices adulta: Un adulto hubiera muerto por el impacto, pero un niño no; los niños son como una roca. Tropiezan por la vida sin quedar lastimados. Ellos se encuentran en estado de gracia y eso les permite tener la piel dura. Son mucho más resistentes que nosotros.
En esta frase reside toda la magia y potencia del film, pues el adulto, tras haber perdido esa espontaneidad e inocencia que caracteriza a los niños, al haber madurado física y psicológicamente, endurece su mente y corazón, pero hace blanda su piel. Por el contrario, el niño conserva la inocencia de sus primeros años de vida, manteniendo el corazón blando y la piel dura. Que grande eres Truffaut !!! Puntuación: 8 sobre 10.
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